viernes, mayo 28, 2010

Un Cliente... Un universo



De las frases "El cliente siempre tiene la razón" y "Me reservo el derecho de admisión" puedo decir que las empecé a gozar desde que tengo la oportunidad de hacerme cargo de un “bisnes”.

Pese a que me molesta el bullicio, la muchedumbre y el alboroto cerca de mí, vengo piloteando un discreto negocio que, abre sus puertas a los más disímiles caracteres, altisonantes algunos, parcos otros y en este último año, empalagosos.

Me aturde la prepotencia innecesaria, me desespera la compra indecisa, me ofende la palabra estafa, odio los cinco pies al gato y me enfurece que me responsabilicen por su fracasos académicos. Y para que esto no se interprete como "soy una víctima" hago el Mea Culpa reconociendo que: No cuento con el cien por ciento de productos que los estudiantes necesitan y que en ocasiones su arribo en tropel ponen a prueba mis nervios y capacidad para atenderlos; pero no me quedo de brazos cruzados, intento revertir esta debilidad lo más pronto posible y si no lo logro explico mis razones, pese a que no me gusta ver la cara de desaliento de los chicos y sentir que les fallo.

De esta debilidad puedo decir que los clientes muestran su personalidad y postura ante un hecho incómodo, difícil e imprevisto.

Los Mediocres y Ridículos (asumen su genialidad al uso de materiales caros y ellos nunca se equivocan) emiten su veneno comparándome o defendiendo su opinión basados en la ignorancia y estupidez.

Los Compresivos y Alternos (buscan la solución más adecuada evitando atascarse) por lo general encuentran la salida más rápida y con óptimos resultados, denotan mucha creatividad cuando deben elegir, tomar decisiones y cumplir sus metas.

Los Hinchas Compulsivos y Estresados (organizan, dirigen, lloran y someten) usan al grupo, difícilmente aceptan opiniones, se ciegan cuando no consiguen los resultados como lo plantearon. Usualmente acaparan el trabajo. Confunden altas calificaciones con ser bueno en lo que hacen.

Los Responsables y Precavidos (prevén, programan, esperan y duermen) nunca están apurados, están con buen humor, normalmente trabajan de a dos y tienen el control sobre todas las etapas de su proyecto.

Los Alpinchistas (cien por ciento desorganización) se ríen como idiotas, ruegan por un grupo, se gastan la plata en tonterías, mienten, saben que están perdidos pero para ellos la vida continúa.

No será extraño que alguien algún día comente sobre mis alteraciones emocionales. "Fasala se raya" dicen los que ya me conocen. Entonces me transformo, levanto la voz, ofendo, reprendo, echo, reto y me importa un pito quien sea, porque para mí "El cliente no siempre tiene la razón".

No la tienen, ni la tendrán cuando me sorprendan diciendo cuando ya tienen su trabajo en mano que luego me van a cancelar. No la tienen, ni la tendrán cuando creen que me pueden decir cuánto valen mis servicios. No la tienen, ni la tendrán cuando asome por sus labios la frase "por tu culpa". No la tienen, ni la tendrán cuando me tilden de estafador, cuando lleguen a terminar sus trabajos en mi negocio, cuando se la peguen todo el fin de semana y sin hacer nada.

En consecuencia no solo "Me reservo el derecho de admisión" me reservo el respeto con que los puedo tratar y considerar. No me mueve el dinero y no me asusta el maleteo. Confío en lo que doy, sé quién soy, sé lo que puedo hacer y lo que me falta por hacer. Sobre todo tengo mis metas muy claras y con los pies en la tierra piso firme cada día.

Disfruto las chelas espontaneas, el cumpleaños celebrado, los saludos por la calle, los encuentros casuales. Me gusta la relación de amistad que tengo con todos, incluso con los que me miran de lejos. Celebro la pizarra y su libertad de expresión, las somnolientas amanecidas, el sonido me mi celular cuando estoy en la ducha. Y por sobre todas las cosas saber que soy útil en su vida.

Cuando pienso en temas relacionados a atención al cliente, al marketing, estoy seguro de no encajar en ninguna clasificación, supongo que mi desorganización como administrador de empresas sacaría canas verdes a cualquiera, no sigo un patrón, no tengo una formula, no sé nada de como se tienen que hacer las cosas. Únicamente recuerdo un programa en el que hacían referencia al desorden, al caos y que al cabo de una secuencia de caos y desorden, una tras otra, éstas muestran un orden en sí mismas. Increíblemente esto sucede. ¿Me pasa esto a mí?

Fasala

1 comentario:

Marcia dijo...

Esa es la verdad... se nos hace creer q el cliente seimpre tiene la razon, pero hasta que punto nos podemos someter a sus exigencias??.. en nuestro caso como futuros arquitectos, debemos acaso dejar nuestra "cultura arquitectonica" de lado para hacer lo que el cliente, que muchas veces no la tiene, se le antoje.