martes, febrero 01, 2011

Crónica de Año Nuevo

Empecé con el abrazo de año nuevo a mi Papá, mi Mamá y a mi hermana, mientras el olor a pólvora se esparcía por la casa y el estruendo de los fuegos artificiales hacían ladrar de horror a Chica, mi perra, que aparentemente se libró del cáncer luego de su operación.

Tímidamente y con algo de sueño atinamos a encender unas luces de Bengala, haciendo un remedo y burla de la algarabía que se vivía en las calles, cada uno tomó sus luces y empezamos a girar en círculos en el jardín posterior de la casa, riéndonos de las tonterias que hacíamos. Duró, lo que duran las luces, éstas se consumieron rápidamente. Me doy cuenta son más pequeñas que las que solía usar cuando era un niño.

Sin nada más que decir, ni que celebrar, los cuatro gatos nos fuimos a dormir o eso fue lo que pretendimos hacer. La calle, mi calle, se convirtió en una pista de baile, los vecinos cerraron afortunadamente, a partir de tres casas lejos de la mía, decoraron con serpentinas y globos amarillos, colocaron potente sonido estereofónico, tuvieron animador de fiestas al estilo chicha y muchas ganas de joder, como se jode en año nuevo. Sin más resignación, cerramos las ventanas, mis padres se refugiaron en la habitación del fondo de la casa, se colocaron algodones en los oidos y protectores auditivos, para amenguar la bulla. Es más, Chica durmió en la habitación junto con ellos para sentirse más segura.

Había planeado correr el primer día de Enero y me levanté a las 6.15 a.m. para sacar a mi perra al parque antes de salir. Con la bulla de los parlantes al tope y un sol radiante que me cegaba abrí la puerta de la calle y en la vereda de enfrente yacían mis vecinos que de inmediato abrieron los brazos con botella en mano. Con mucho entusiasmo me llaman para hacer el brindis del primer día del año y me excuso diciéndoles que al volver del parque con mi perra estaré con ellos.

De regreso, insisten en llamarme, guardo a mi perra y pienso en lo incómodo que será el negarme a aceptar un vaso de cerveza. Mi plan es correr, y la noche anterior cené algo liviano para estar ligero en mi trote hacia Huanchaco. Ya son casi las 6.40 a.m. y estoy con el tiempo justo para empezar a correr, abro la puerta, una vez más el sol me ciega y cruzo la vereda, pues no deseo hacerles un desplante. Los saludo efusivamente e intento explicarles que no les puedo aceptar la cerveza porque tengo que correr, entre insistencias y excusas mias, prima la razón de uno de ellos y siento que me libera del grupo, no sin antes decir que a mi regreso estarán allí frente a mi puerta esperandome para tomar.

Las calles aún se muestran vacías, algunos taxis pasan con las primeras resacas de año nuevo. Me bajo del micro en la esquina de Pablo Casals y Av. Mansiche y empiezo a trotar. Conforme avanzo encuentro botellas rotas por la pista, grupos de borrachines en las puertas de las casas, gente que se quiere liar a golpes con otros.

Ésto es lo que más gozo del primer día del año, ver cómo la gente ha perdido los papeles y lucen caras destempladas por tanto alcohol, cómo buscan los sobrevivientes la manera de llegar a casa, cómo los policías detienen a cuánto auto particular que retorna de Huanchaco, con ganas de multar o de coimear la inconciencia del conductor.

Sigo corriendo, concentrado en mi respiración y en los autos que vienen, pensando en el año que acabo y lo que deseo lograr en éste. La mañana está fresca y el cielo despejado, espero llegar antes de las 8 a.m. y volver antes que es sol sancoche mi cabeza. Sigo corriendo y conforme avanzo algunos me gritan, me insultan, se burlan o me ofrecen un trago. No toleran que uno haga deporte tan temprano, el primer día del año. Cuál es el problema, ellos y yo hemos amanecido.

Sigo corriendo y la señal de RPP se pierden en el camino, no se cuánto tiempo a pasado desde que empecé a correr, estoy cruzando el ovalo y veo que la policía a detenido una camioneta llena de cerveza conducida por unos jóvenes, de seguro para la venta durante la juerga huanchaquera.

Ya que la radio no funciona coloco música en el mp3, estoy cerca del peaje y una comitiva de policías de tránsito, en su mayoría mujeres, detienen autos y camionetas, la fila es larga y me abro paso entre ellos, transpirando, sintiendo que voy a buen ritmo y que hoy haré una gran distancia. Más adelante escucho que me hablan desde un auto y es un chiquillo que, junto a varias chicas, todas mal y de ropa lijera, me pregunta si la tombería esta en el peaje - le digo que si - Me agradece y dando vuelta en "U" se pierde por la pista que sube a las Lomas de Huanchaco. Pienso en lo bueno que fue no aceptar alcohol, porque a éstas alturas ya siento ganas de ir al baño.

Sigo corriendo y el baño junto a Da Beach House está abierto. El toldo negro fuera del lugar invade parte de la placita y mucha gente camina recobrando el sentido. Las carpas multicolores decoran la playa, las calles son ahora un paseo peatonal, los autos y micros avanzan a paso de tortuga. La gente está por todos lados y por donde no debería estar. Subo a la vereda y de la vereda bajo a la pista una y otra vez, zigzagueando para poder pasar entre ellos. El cuello de botella se agudiza frente a El Kero y a lo lejos escucho "Fasaaaa" giro la cabeza y no puedo ubicar de donde me llaman.

Sigo corriendo, al tiempo que saludo a Neiser palmeandole por la espalda sin detenerme, la pista está próxima a terminar y doy media vuelta en el límite donde empizan los totorales y el asfalto termina. Siento que ahora el viento viene en mi contra y estoy a la mitad de mi recorrido mientras observo que debo sortear una vez más la muchedumbre, los autos, la bulla, calculo que son algo más de las 8 a.m. y los restaurantes empalman la venta de cerveza con desayunos, caldos, ceviches y comida criolla. Hay que aprovechar el primer día del año.

Poco a poco el tránsito se pone peor, familias enteras empiezan a llegar a la tugurizada playa, llegan en micros, llegan en combis, llegan en taxis, pero llegan a disfrutar de su primer día del año en la playa. Sigo corriendo, vuelvo a estar cerca a El Kero y ahora sí me salen al paso, son Rasmus y compañía, que me detienen e insisten en que tome unas cervezas con ellos, una vez más explico que debo seguir hasta Trujillo y a lo mucho y con la sed que llevo encima termino por aceptar un vaso bien lleno y muy refrescante. Sin más preámbulos y con el saludo de año nuevo sigo mi camino.

A la altura del peaje es demasiado el tránsito que viene desde Trujillo, la mañana empieza a calentar y el viento me ofrece resistencia a cada zancada que doy, el camino se torna empinado, siento que mi cuerpo está siendo castigado, las articulaciones de las rodillas parecen palancas, la tensión en mis músculos son cada vez más intensos y empiezo a dudar... Cuándo fue la última vez que corrí una distancia tan larga. Hace más de 10 meses y durante el año pasado no he corrido mucho, salvo el primer día de enero de 2010.

Sigo corriendo y la tecnología climacool de mi camiseta no sirve para nada, el sol me esta sancochando la cabeza y mi cuerpo está muy caliente. Tengo los labios resecos, mi saliva se torna viscosa y el viento me sigue empujando. He pasado el colegio militar Ramón Castilla y estoy convencido que llegaré más lejos que el año pasado.

Me saco el polo para poder respirar por todos mis poros e irónicamente ahora transpiro frio. Mis piernas están cansadas, pero mi respiración y yo podemos seguir. Y sigo un poco más, ahora el viento es frio y me obliga colocarme otra vez la camiseta. Sigo corriendo, hasta asegurarme que ya he pasado la distancia del año anterior y hasta cuando realmente siento que mis piernas se pueden lesionar.

Estoy cerca a Chan Chan, y empiezo a caminar, respirando hondo, pensando en que lo logré, cumplí con mi primer reto de año nuevo, los 21 km. Con las piernas adoloridas y el triunfo en mis manos veo que se acerca la H Corazón que me llevará a casa.

Fasala