martes, julio 18, 2006

Los Límites de la Experiencia y el Valor del Conocimiento


Recuerdo que hace algún tiempo atrás, Ángel, un compañero de trabajo nuevo en la construcción de estructuras metálicas me pidió prestada la agujereadora que estaba usando. Se la presté, no sin antes darle unas recomendaciones para su uso, desafortunadamente no me dejo terminar, me interrumpió diciendo que el sabía usar agujereadoras. Yo lo miré y sonreí. Unos minutos después vi como la maquina se le atoró luego de dar varias vueltas sobre el agujero que estaba haciendo. Él tuvo que soltar la maquina violentamente, de no hacerlo hubiera terminado con la muñeca fracturada.

¿Qué tan útil es la experiencia sin una base teórica? siempre he escuchado decir a muchas personas "te hablo por experiencia", tal vez tengan razón y su palabra valga más que una suposición errada. Es cierto que todo lo que hoy en día es conocimiento antes fue experiencia pura, sin puntos de partida en que apoyarse. Por ejemplo, cualquiera puede escribir un libro, y cuando menciono, cualquiera, me refiero a personas comunes y corrientes empezando por una persona ilustrada y terminando en un cobrador de combi.

Todos, absolutamente todos en este mundo tenemos algo que decir, todos recorremos a diario este mundo y recopilamos experiencias, muchas de ellas para compartir, unas más intensas que otras. Si no fuera así, personas como Gisela, Jaime Bayly, Freddy Ternero o el antipático de Philip Butters no hubieran escrito un libro, es más, no sería sorpresa que Susi Díaz, Shirley Cherres o Tongo publicaran sus memorias. El común denominador en ellos son sus experiencias de vida.
Distinto seria hablar de escritores reputados como Bukowski, Bryce, Saramago, Allende, etc. Personas que más allá de la experiencia de sus vidas y del gusto por la escritura se han perfeccionado en base a estudio, técnicas de escritura, abundante lectura y práctica continua. Dicen que la práctica hace al maestro, yo por mi parte pienso que esta frase tiene algunas falencias, considero que practicar sobre lo errado no es sinónimo de perfeccionamiento ni superación.


Es en este punto donde el valor del conocimiento adquirido desde un texto, en la universidad o con personas destacadas pone en tela de juicio a los empíricos, a los usurpadores, a los profanos de profesiones. A aquellos que saltan al abismo envueltos en banderas de errores, cegados por los "años de experiencia".
La experiencia es como el concejo de un padre, carece de valor cuando el hijo crece y quiere experimentar por si mismo. Se antepone el deseo de aplicar el criterio personal, verificar si es verdad lo que le dijeron desde pequeño. Quizás el hijo quiera superar al padre o quizás descubra que el padre ha vivido equivocado.

Considero que las instituciones educativas fueron creadas a partir de muchas experiencias, de muchos antepasados que se equivocaron, que metieron la pata hasta el fondo y sufrieron por eso, pues no hubo quien les diga cual era la forma correcta de hacer las cosas. Después de los fracasos, vinieron las pautas, técnicas o procedimientos para no cometer el mismo error y proponer soluciones anticipadas a posibles problemas. Esa es la finalidad de los centros de estudio, hacer que las experiencias se conviertan en valioso conocimiento. Es cierto que no siempre aprovechamos lo que nos enseñan en los institutos y universidades. Si lo hiciéramos existirían más profesionales trabajando en su profesión que empíricos a quienes soportar.

Fasala

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